A lo largo de mi viaje, he descubierto que la intensidad emocional no es un obstáculo, sino otro fascinante camino hacia la verdad y el autodescubrimiento. Comparto contigo mi experiencia y mis reflexiones.
Como si fuera una surfista, a veces me encuentro en la cresta de la ola, llena de gozo e ilusión. Otras veces, la ola puede parecer imponente, desafiante e incluso aterradora. Es entonces cuando esas emociones difíciles, esas emociones intensas me llevan a una montaña rusa de sensaciones: palpitaciones, nudo en la garganta, el estómago que se encoge. Me doy cuenta de que son tan intensas que a menudo las rechazamos. Lo que me he dado cuenta es que lo que realmente nos asusta es ser arrastrados por esta marea de «sensaciones corporales», y la resistencia a sentirles se convierte en un ciclo vicioso.
Cuanto más nos resistimos, más intensas se vuelven estas sensaciones corporales. Es un miedo visceral, y la mente, en su intento de protegernos, comienza a generar pensamientos catastróficos. Más miedo, más intensidad emocional, más sensaciones físicas, nudo en el estómago, ganas de llorar, palpitaciones. Este ciclo puede convertirse en un torbellino de ataques de pánico y ansiedad, llevándonos a un estado de constante lo que subyace es el temor y la resistencia a sentir esas sensaciones descontroladas.
La única solución que he encontrado, tras años de batallas con la ansiedad, es permitir que la emoción fluya y dejar ir. Identificar la emoción, darme cuenta de que una «emoción desagradable» ha surgido en mí y suspender el flujo de pensamientos, dejar de resistirme y permitir sentir las sensaciones corporales, ir directamente al cuerpo a permitir y dejar que la ola de sensaciones corporales siga su curso natural. De lo contrario, estas emociones retenidas persisten, activándose una y otra vez ante situaciones similares, repitiendo el ciclo in eternum.
En este viaje de autodescubrimiento, he aprendido que la clave radica en la aceptación plena de estas sensaciones, en permitir que estén ahí aunque no me gusten; son solo eso, sensaciones, no son un peligro de muerte como la mente nos hace creer. Son incómodas sí, pero no nos van a matar. Al igual que una ola que viene y va, permitir que estas sensaciones fluyan orgánicamente y se disuelvan. Somos nosotros los que las retenemos con nuestros pensamientos y la resistencia a sentir las sensaciones. Es un acto de valentía, un rendirse a la experiencia y confiar en que, al permitir que estas sensaciones sigan su curso, encontraremos la calma en el otro lado. Y siempre está doy de, la calma siempre está al otro lado de las turbulencias siempre. Y muchas veces surge un añadido un mensaje oculto tras la emoción, algo que no veía tras el ruido mental y la intensidad emocional, vamos, un regalo. 🙂
En este viaje, la atención plena y la meditación han sido mis aliadas esenciales. Estas prácticas nos permiten estar presentes en la intensidad emocional, cultivando la paciencia, la amabilidad, la confianza, la observación sin juicio, la aceptación y la conexión con la experiencia presente, con la realidad (no con lo que nuestra mente nos cuenta). Con todo esto, se crea el espacio necesario para observar y permitir que las emociones sigan su curso, sin aferrarse ni resistirse a ellas, sin meter más y más pensamientos que las perpetúan. En este estado de plena consciencia, encontramos el poder de abrazar la totalidad de nuestra experiencia emocional con valentía y libertad de elección, sin ser víctimas secuestradas por nuestra mente. Recuperamos el poder personal a pesar de las circunstancias externas y nos hacemos «responsables»; al ser responsables se da una consecuencia maravillosa, eres libre, libre de estar a merced de las reacciones de otros o de las situaciones externas. Sientes ¡¡¡¡¡Sí!!! Sientes tristeza cuando hay dolor, cuando alguien te ofende, cuando algo no te gusta, sientes enfado, rabia… pero no te enganchas ni quedas atrapad@; te das tu tiempo de forma muy consciente y lo dejas ir. Bueno, más bien se va… y sigues adelante con todo lo demás que hay en tu vida.
Ahora, una reflexión personal: Me fascina cómo buscamos y disfrutamos de esa misma intensidad de sensaciones corporales en ciertos momentos de la vida, mientras que en otros contextos nos asusta. Recuerdo días emocionantes en un parque de atracciones, donde pagaba por subirme a las atracciones y sentir esa oleada de emociones intensas, subidón de adrenalina, un nudo en el estómago, los gritos. Recuerdo también cuando me pongo una peli de dramón y disfruto llorando… al igual que otros buscan actividades de riesgo u otras cosas (cada uno sabe las suyas) para tener intensidad de sensaciones… Todo eso es parte de una aventura que buscamos activamente y voluntariamente. Lo curioso es que la respuesta biológica en el cuerpo es la misma, el nudo en la garganta con la tristeza de la peli, el nudo en el estómago en la montaña rusa…
A mí me hace preguntarme: ¿por qué llamamos a esas sensaciones «emociones difíciles» cuando surgen en situaciones inesperadas que no hemos escogido de forma voluntaria? Como te digo, las sensaciones físicas y biológicas, como la liberación de adrenalina y cortisol, son prácticamente las mismas. Entonces, ¿por qué rechazamos unas y pagamos por otras? ¿Es nuestra resistencia y miedo ante lo inesperado? ¿Qué hace que la mente se ponga en modo estado de amenaza, de resistencia y de rechazo? ¿Es la narrativa que nos contamos acerca de estas experiencias lo que marca la diferencia?
Lo dejo ahí; me gustaría saber tu opinión.
Te dejo también referencias basadas en la literatura científica:
- Teoría de James-Lange: Esta teoría propone que experimentamos emociones como resultado de las respuestas fisiológicas a estímulos. En otras palabras, la emoción es la interpretación consciente de las reacciones corporales. Esto respalda la idea de que las sensaciones corporales están estrechamente relacionadas con la experiencia emocional.
- Procesamiento en el Cuerpo: Algunas investigaciones sugieren que las emociones pueden tener una base en la activación del cuerpo. Por ejemplo, estudios sobre la «teoría de la emoción somática» indican que las sensaciones corporales pueden influir en la forma en que interpretamos y experimentamos las emociones.
- Neurobiología de las Emociones: La investigación en neurobiología muestra que las emociones están asociadas con patrones específicos de activación cerebral y cambios en la liberación de neurotransmisores. Estos cambios a menudo van de la mano con las sensaciones corporales.
- Estudios sobre la Ansiedad y el Miedo: La ansiedad y el miedo son emociones que a menudo se acompañan de sensaciones físicas intensas. Investigaciones en psicología clínica y neurociencia han explorado cómo estas sensaciones corporales pueden desencadenar y mantener estados emocionales negativos.