Había una vez….. En una colonia de diversos animales, vivía una criatura peculiar. Desde pequeña, se había acostumbrado a nadar en el estanque y a seguir las costumbres de sus compañeros de colonia, aunque siempre le costaba más esfuerzo y las cosas le salían mal. Se esforzaba más que nadie, pero sus intentos nunca parecían dar resultado. Los otros animales siempre le decían: «Así no,» o «Así tampoco,» recordándole constantemente sus fallos.
Un día, sintiéndose particularmente triste y fuera de lugar, decidió alejarse de la colonia. Mientras caminaba sola, pensaba que ser ella misma estaba mal, que había algo terriblemente equivocado en ella. Con la cabeza gacha, deambuló por un acantilado hasta que de repente, se encontró con una grupo de animales.
La miraron con curiosidad y luego con amabilidad. «¿Quieres venir a volar con nosotras por encima del acantilado?» le preguntaron. Ella se sorprendió y respondió con tristeza, «No, no sirvo para nada. Todo me resulta muy difícil y siempre lo hago mal. En mi colonia, me lo recuerdan constantemente.»
Pero insistieron. «Ven inténtalo. No pierdes nada.» A pesar de sus dudas, ella decidió ir.
Cuando llegó el momento de volar por encima del acantilado, algo increíble sucedió. De repente, sintió una fuerza interior que nunca antes había sentido. El tiempo pareció detenerse, los sonidos de se apagaron, y todo lo que podía ver todo con una belleza nunca antes vista.
Uno de los animales se acercó y le dijo, «Eres una gran voladora. Eres una gaviota increíble.» Sorprendida, ella exclamó, «¿Yo, una gaviota? Siempre pensé que era un pato.»
Una de las gaviotas le puso un ala sobre el hombro y le dijo con ternura: «Siempre fuiste una gaviota. Solo que nunca lo supiste. Pasaste tanto tiempo tratando de ser algo que no eras, que olvidaste mirar dentro de ti para descubrir lo que siempre estuvo ahí.»
La criatura entendió entonces que había pasado su vida intentando encajar en un lugar que no era el suyo. Desde ese día, dejó de intentar nadar como los patos y empezó a volar como la gaviota que siempre fue. Se unió al grupo y, desde entonces, no solo disfrutaba del vuelo, sino también de algo que nunca había imaginado: su capacidad para explorar nuevos lugares y observarlos desde diferentes perspectivas. Desde las alturas, veía paisajes que nadie más podía ver, y al regresar, las historias que contaba no solo eran relatos de sus viajes, sino también fuentes de inspiración para quienes las escuchaban.
Volvía al lago de los patos, pero esta vez con un propósito diferente. Les narraba cómo el sol se reflejaba en el mar, cómo las montañas tocaban el cielo o cómo el viento cambiaba al volar sobre los bosques. Cada relato les abría un mundo nuevo, lleno de posibilidades y belleza. Los patos, que antes no podían entender por qué ella era tan diferente, empezaron a escucharla con asombro y curiosidad.
Con el tiempo, los patos comprendieron que había más formas de vivir y ver el mundo que las que conocían desde su estanque. Aprendieron que las diferencias no eran fallos, sino maneras únicas de enriquecer la vida de todos. Cada vez que la gaviota contaba una nueva historia, llenaba de esperanza y alegría a aquellos que nunca podrían volar tan alto como ella.
Para la gaviota, contar esas historias no era solo una forma de compartir lo que veía, sino también de ayudar a otros a entender que la vida tiene múltiples perspectivas y que cada una es válida y auténtica. Aunque algunos nunca podrían ver el mundo desde el cielo, sus corazones se abrían al saber que había mucho más allá de lo que conocían.
Desde ese día, la gaviota no solo se sintió feliz y plena siendo ella misma, sino también conectada con los demás. Entendió que su verdadero regalo era compartir lo que veía y ayudar a otros a mirar más allá de sus límites. Y así, las historias de la gaviota transformaron no solo su vida, sino también las de aquellos que, desde su propio lugar, aprendieron a soñar con horizontes más amplios y a aceptar la belleza de lo diferente.
Moraleja
A veces, pasamos tanto tiempo intentando encajar donde no pertenecemos que olvidamos nuestra verdadera esencia. El cambio puede dar miedo, pero cuando te atreves a mirar dentro de ti, descubres que siempre has tenido lo necesario para volar alto y ser quien realmente eres.
Fin